Ofrenda 25 para mi árbol de las alegrías.
1. Aceptemos hoy que el perdón es nuestra única función. ¿Por qué
atacar nuestras mentes y ofrecerles imágenes de dolor? ¿Por qué enseñarles que
son impotentes, cuando Dios les ofrece Su poder y Su Amor y las invita a servirse
de lo que ya es suyo? La mente que ha llegado a estar dispuesta a aceptar los
regalos de Dios ha sido reinstaurada al espíritu, y extiende su libertad y su
dicha tal como dispone la Voluntad de Dios unida a la suya propia. El Ser que
Dios creó no puede pecar, por lo tanto, no puede sufrir. Elijamos hoy que Él
sea nuestra Identidad, para poder así escapar para siempre de todas las cosas
que el sueño de miedo parece ofrecernos.
2. Padre, es imposible hacerle daño a Tu Hijo. Y si creemos
sufrir, es sólo porque no reconocemos la única Identidad que compartimos
Contigo. Hoy queremos retornar a Ella, a fin de librarnos para siempre de todos
nuestros errores y salvarnos de lo que creíamos ser.
¿Qué es el ego?
1. El ego no es otra cosa que idolatría; el símbolo de un yo
limitado y separado, nacido en un cuerpo, condenado a sufrir y a que su vida
acabe en la muerte. Es la "voluntad" que ve a la Voluntad de Dios
como su enemigo, y que adopta una forma en que Ésta es negada. El ego es la
"prueba" de que la fuerza es débil y el amor temible, la vida en
realidad es la muerte y sólo lo que se opone a Dios es verdad.
2. El ego es demente. Lleno de miedo, cree alzarse más allá de lo
Omnipresente, aparte de la Totalidad y separado de lo Infinito. En su demencia
cree también haber vencido a Dios Mismo. Y desde su terrible autonomía
"ve" que la Voluntad de Dios ha sido destruida. Sueña con el castigo
y tiembla ante las figuras de sus sueños: sus enemigos, que andan tras él
queriendo asesinarlo antes de que él pueda proteger su seguridad atacándolos
primero.
3. El Hijo de Dios no tiene ego. ¿Qué puede saber él de la locura
o de la muerte de Dios, cuando mora en Él? ¿Qué puede saber de penas o de
sufrimientos, cuando vive en una dicha eterna? ¿Qué puede saber del miedo o del
castigo, del pecado o de la culpabilidad, del odio o del ataque, cuando lo
único que le rodea es paz eterna, por siempre imperturbable y libre de todo
conflicto, en la tranquilidad y silencio más profundos?
4. Conocer la realidad significa no ver al ego ni a sus
pensamientos, sus obras o actos, sus leyes o creencias, sus sueños o
esperanzas, así como tampoco los planes que tiene para su propia salvación y el
precio que hay que pagar por creer en él. Desde el punto de vista del
sufrimiento, el precio que hay que pagar por tener fe en él es tan inmenso que
la ofrenda que se hace a diario en su tenebroso santuario es la crucifixión del
Hijo de Dios. Y la sangre no puede sino correr ante el altar donde sus enfermizos
seguidores se preparan para morir.
5. Una sola azucena de perdón, no obstante, puede transformar la
oscuridad en luz y el altar a las ilusiones en el templo a la Vida Misma. Y la
paz se les restituirá para siempre a las santas mentes que Dios creó como Su
Hijo, Su morada, Su dicha y Su amor, completamente Suyas, y completamente
unidas a Él.