Ofrenda 39 para mi árbol de las alegrías.
1. Ésa es Tu ley, Padre mío, no la mía. Al no comprender lo que
significaba dar, procuré quedarme con lo que deseaba sólo para mí. Y cuando
contemplé el tesoro que creía tener, encontré un lugar vacío en el que nunca
hubo nada, en el no hay nada ahora y en el que nada habrá jamás. ¿Quién puede
compartir un sueño? ¿Y qué puede ofrecerme una ilusión? Pero aquel a quien
perdone me agasajará con regalos mucho más valiosos que cualquier cosa que haya
en la tierra. Permite que mis hermanos redimidos llenen mis arcas con los
tesoros del Cielo, que son los únicos que son reales. Así se cumple la ley del
amor. Y así es como Tu Hijo se eleva y regresa a Ti.
2. ¡Qué cerca nos encontramos unos de otros en nuestro camino
hacia Dios! ¡Qué cerca está Él de nosotros! ¡Qué cerca el final del sueño del
pecado y la redención del Hijo de Dios!
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