1. El final del sufrimiento no puede suponer una pérdida. El
regalo de lo que lo es todo tan sólo puede aportar ganancias. Tú sólo das.
Nunca quitas. Y me creaste para que fuese como Tú, de modo que el sacrificio es
algo tan imposible para mí como lo es para Ti. Yo también no puedo sino dar. Y
así, todas las cosas me son dadas para siempre. Aún soy tal como fui creado. Tu
Hijo no puede hacer sacrificios, pues es íntegro, al ser su función completarte
a Ti. Soy íntegro por ser Tu Hijo. No puedo perder, pues sólo puedo dar, y así,
todo es mío eternamente.
2. La misericordia y la paz de Dios son gratuitas. La salvación no
cuesta nada. Es un regalo que se debe dar y recibir libremente. Y esto es lo
que vamos a aprender hoy.
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