Ofrenda 330 Para mi árbol clarividente.
1. Padre,
la visión de Cristo es el don que me has dado, el cual tiene el poder de
transformar todo lo que los ojos del cuerpo contemplan en el panorama de un
mundo perdonado. ¡Cuán glorioso y lleno de gracia es ese mundo! No obstante,
¡cuánto más podré contemplar en él que lo que puede ofrecerme la vista! Un
mundo perdonado significa que Tu Hijo reconoce a su Padre, permite que sus
sueños sean llevados ante la verdad y aguarda con gran expectación el último
instante de tiempo en el que éste acaba para siempre, conforme Tu recuerdo
aflora en su memoria. Y ahora su voluntad es una con la Tuya. Ahora su función
no es sino la Tuya Propia, y todo pensamiento salvo el Tuyo ha desaparecido.
2. El
sosiego de hoy bendecirá nuestros corazones y, a través de ellos, la paz
descenderá sobre todo el mundo. Cristo se convierte en nuestros ojos hoy. Y
mediante Su vista le ofrecemos curación al mundo a través de Él, el santo Hijo
que Dios creó íntegro; el santo Hijo a quien Dios creó como uno solo.
6. ¿Qué es el Cristo?
1. Cristo
es el Hijo de Dios tal como Él lo creó. Cristo es el Ser que compartimos y que
nos une a unos con otros, y también con Dios. Es el Pensamiento que todavía
mora en la Mente que es Su Fuente. No ha abandonado Su santo hogar ni ha
perdido la inocencia en la que fue creado. Mora inmutable para siempre en la
Mente de Dios.
2. Cristo
es el eslabón que te mantiene unido a Dios, y la garantía de que la separación
no es más que una ilusión de desesperanza, pues toda esperanza morará por
siempre en Él. Tu mente es parte de la Suya, y Ésta de la tuya. Él es la parte
en la que se encuentra la Respuesta de Dios, y en la que ya se han tomado todas
las decisiones y a los sueños les ha llegado su fin. Nada que los ojos del
cuerpo puedan percibir lo afecta en absoluto. Pues aunque Su Padre depositó en
Él los medios para tu salvación, Él sigue siendo, no obstante, el Ser que, al
igual que Su Padre, no conoce el pecado.
3. Al
ser el hogar del Espíritu Santo y sentirse a gusto únicamente en Dios, Cristo
permanece en paz en el Cielo de tu mente santa. Él es la única parte de ti que
en verdad es real. Lo demás son sueños. Mas éstos se le entregarán a Cristo,
para que se desvanezcan ante Su gloria y pueda por fin serte revelado tu santo
Ser, el Cristo.
4. El
Espíritu Santo se extiende desde el Cristo en ti hasta todos tus sueños, y los
invita a venir hasta Él para que puedan ser transformados en la verdad. Él los
intercambiará por el sueño final que Dios dispuso fuese el fin de todos los
sueños. Pues cuando el perdón descanse sobre el mundo y cada, uno de los Hijos
de Dios goce de paz, ¿qué podría mantener las cosas separadas cuando lo único
que se puede ver es la faz de Cristo?
5. ¿Y
por cuánto tiempo habrá de verse esta santa faz, cuando no es más que el
símbolo de que el período de aprendizaje ya ha concluido y de que el objetivo
de la Expiación por fin se ha alcanzado? Tratemos, por lo tanto, de encontrar
la faz de Cristo y de no buscar nada más. Al contemplar Su gloria, sabremos que
no tenemos necesidad de aprender nada, ni de percepción, ni de tiempo, ni de
ninguna otra cosa excepto del santo Ser, el Cristo que Dios creó como Su Hijo.
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