Ofrenda 109 para mi diario de gratitud.
1.
Es muy posible escuchar la Voz de Dios durante todo el día sin que ello
interrumpa para nada tus actividades normales. La parte de tu mente donde
reside la verdad está en constante comunicación con Dios, tanto si eres consciente
de ello como si no. Es la otra parte de tu mente la que opera en el mundo y la
que obedece sus leyes. Ésa es la parte que está constantemente distraída, y que
es desorganizada y sumamente insegura.
2.
La parte que está escuchando a la Voz de Dios es serena, está en continuo
reposo y llena de absoluta seguridad. Es la única parte que realmente existe. La
otra es una loca ilusión, frenética y perturbada, aunque desprovista de toda
realidad. Trata hoy de no prestarle oídos. Trata de identificarte con la parte de
tu mente donde la quietud y la paz reinan para siempre. Trata de oír la Voz de
Dios llamándote amorosamente recordándote que tu Creador no se ha olvidado de
Su Hijo.
3.
Hoy necesitaremos por lo menos cuatro sesiones de práctica de cinco minutos
cada una, e incluso más si es posible. De hecho, trataremos de oír la Voz de
Dios recordándote a Dios y a tu Ser. Abordaremos el más santo y gozoso de todos
los pensamientos llenos de confianza, sabiendo que al hacer esto estamos uniendo
nuestra voluntad a la Voluntad de Dios. Él quiere que oigas Su Voz. Te la dio
para que la oyeses.
4.
Escucha en profundo silencio. Permanece muy quedo y abre tu mente. Ve más allá
de todos los chillidos estridentes e imaginaciones enfermizas que encubren tus
verdaderos pensamientos y empañan tu eterno vínculo con Dios: Sumérgete
profundamente en la paz que te espera más allá de los frenéticos y tumultuosos
pensamientos, sonidos e imágenes de este mundo demente. No vives aquí. Estamos tratando
de llegar a tu verdadero hogar. Estamos tratando de llegar al lugar donde eres
verdaderamente bienvenido. Estamos tratando de llegar a Dios.
5.
No te olvides de repetir la idea de hoy frecuentemente. Hazlo con los ojos
abiertos cuando sea necesario, pero ciérralos siempre que sea posible. Y
asegúrate de sentarte quedamente y de repetir la idea cada vez que puedas,
cerrando los ojos al mundo, y comprendiendo que estás invitando a la Voz de Dios
a que te hable.
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