1. Lo que perdonamos se
vuelve parte de nosotros, tal como nos percibimos a nosotros mismos. Tal como
tú creaste a Tu Hijo, él encierra dentro de sí todas las cosas. El que yo Te
pueda recordar depende de que lo perdone a él. Lo que él es no se ve afectado
por sus pensamientos. Pero lo que contempla es el resultado directo de ellos. Así
pues, Padre mío; quiero ampararme en Ti. Sólo Tu recuerdo me liberará. Y sólo
perdonando puedo aprender a dejar que Tu recuerdo vuelva a mí, y a ofrecérselo
al mundo con agradecimiento.
2 Y a medida que hagamos
acopio de Sus milagros, estaremos en verdad agradecidos. Pues conforme lo
recordemos, Su Hijo nos será restituido en la realidad del Amor.
¿Qué soy?
1. Soy el Hijo de Dios, pleno, sano e íntegro, resplandeciente en
el reflejo de Su Amor. En mí Su creación se santifica y Se le garantiza vida
eterna. En mí el amor alcanza la perfección, el miedo es imposible y la dicha
se establece sin opuestos. Soy el santo hogar de Dios Mismo. Soy el Cielo donde
Su Amor reside. Soy Su santa Impecabilidad. Misma, pues en mi pureza reside la
Suya Propia.
2. La necesidad de usar palabras está casi llegando a su fin
ahora. Más en los últimos días de este año que tú y yo juntos le ofrecimos a
Dios, hemos encontrado un solo propósito, el cual compartimos. Y así, te uniste
a mí, de modo que lo que yo soy tú lo eres también. La verdad de lo que somos
no es algo de lo que se pueda hablar o
describir con palabras. Podemos, sin embargo, darnos cuenta de la función que
tenemos aquí, y usar palabras para hablar de ello así como para enseñarlo, si
predicamos con el ejemplo.
3. Somos los portadores de la salvación. Aceptamos nuestro papel
como salvadores del mundo, el cual se redime mediante nuestro perdón conjunto. Y
al concederle el regalo de nuestro perdón, éste se nos concede a nosotros. Vemos
a todos como nuestros hermanos, y percibimos todas las cosas como buenas y
bondadosas. No estamos interesados en ninguna función que se encuentre más allá
del umbral del Cielo. El conocimiento volverá a aflorar en nosotros cuando
hayamos desempeñado nuestro papel. Lo único que nos concierne ahora es dar la
bienvenida a la verdad.
4. Nuestros son los ojos a través de los cuales la visión de
Cristo ve un mundo redimido de todo pensamiento de pecado. Nuestros, los oídos
que oyen la Voz que habla por Dios proclamar que el mundo es inocente. Nuestras,
las mentes que se unen conforme bendecimos al mundo. Y desde la unión que hemos
alcanzado, invitamos a todos nuestros hermanos a compartir nuestra paz y a
consumar nuestra dicha.
5. Somos los santos mensajeros de Dios que hablan en Su Nombre, y
que al llevar Su Palabra a todos aquellos que Él nos envía, aprendemos que está
impresa en nuestros corazones. Y de esa forma, nuestras mentes cambian con
respecto al objetivo para el que vinimos y al que ahora procuramos servir. Le
traemos buenas nuevas al Hijo de Dios que pensó que sufría. Ahora ha sido
redimido. Y al ver las puertas del Cielo abiertas ante él, entrará y
desaparecerá en el Corazón de Dios.
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