Ofrenda 250 para mi árbol de la felicidad.
1. A menos que contemple lo que no está ahí, lo único que veo es
mi actual felicidad. Los ojos que comienzan a abrirse por fin pueden ver. Y
deseo que la visión de Cristo descienda sobre mí hoy mismo. Pues lo que percibo
a través de mi propia vista sin la Corrección que Dios me dio para ella, es
atemorizante y doloroso de contemplar. Mas no voy a permitir que mi mente se
siga engañando un solo instante más, creyendo que el sueño que inventé es real.
Éste es el día en que voy en pos de mi actual felicidad y en el que no he de
contemplar nada que no sea lo que busco.
2. Con esta resolución vengo a Ti, y te pido que me prestes tu
fortaleza, mientras procuro únicamente hacer Tu Voluntad. No puedes dejar de
oírme, Padre. Pues lo que pido ya me lo has dado. Y estoy seguro de que hoy
veré mi felicidad.
¿Qué es el mundo real?
1. El mundo real es un símbolo, como todo lo demás que la
percepción ofrece. No obstante, es lo opuesto a lo que tú fabricaste. Ves tu
mundo a través de los ojos del miedo, lo cual te trae a la mente los testigos
del terror. El mundo real sólo lo pueden percibir los ojos que han sido
bendecidos por el perdón, los cuales, consecuentemente, ven un mundo donde el
terror es imposible y donde no se puede encontrar ningún testigo del miedo.
2. El mundo real te ofrece una contrapartida para cada pensamiento
de infelicidad que se ve reflejado en tu mundo, una corrección segura para las
escenas de miedo y los clamores de batalla que pueblan tu mundo. El mundo real
muestra un mundo que se contempla de otra manera: a través de ojos serenos y de
una mente en paz. Allí sólo hay reposo. No se oyen gritos de dolor o de pesar,
pues allí nada está excluido del perdón. Y las escenas que se ven son
apacibles, pues sólo escenas y sonidos felices pueden llegar hasta la mente que
se ha perdonado a sí misma.
3. ¿Qué necesidad tiene dicha mente de pensamientos de muerte,
asesinato o ataque? ¿De qué puede sentirse rodeada sino de seguridad, amor y
dicha? ¿Qué podría haber que ella quisiese condenar? ¿Y contra qué querría
juzgar? El mundo que ve emana de una mente que está en paz consigo misma. No ve
peligro en nada de lo que contempla, pues es bondadosa, y lo único que ve es
bondad.
4. El mundo real es el símbolo de que al sueño de pecado y
culpabilidad le ha llegado su fin y de que el Hijo de Dios ha despertado. Y sus
ojos, abiertos ahora, perciben el inequívoco reflejo del Amor de su Padre, la
infalible promesa de que ha sido redimido. El mundo real representa el final
del tiempo, pues cuando se percibe, el tiempo deja de tener objeto.
5. El Espíritu Santo no tiene necesidad del tiempo una vez que
éste ha servido el propósito que Él le había asignado. Ahora espera un sólo
instante más para que Dios dé el paso final y el tiempo desaparezca llevándose
consigo la percepción y dejando solamente a la verdad para que sea tal como es.
Ese instante es nuestro objetivo, pues en él yace el recuerdo de Dios. Y al
contemplar un mundo perdonado, Él es Quien nos llama y nos viene a buscar para
llevarnos a casa, recordándonos nuestra Identidad, la cual nos ha sido
restituida mediante nuestro perdón.
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