Ofrenda 241 para mi revelador árbol agradecido 2020.
1. Confiar en tus hermanos es esencial para establecer y sustentar tu fe en tu propia capacidad para trascender tus dudas y tu falta de absoluta convicción en ti mismo. Cuando atacas a un hermano, proclamas que está limitado por lo que tú has percibido en él. No estás viendo más allá de sus errores. Por el contrario, éstos se exageran, convirtiéndose en obstáculos que te impiden tener conciencia del Ser que se encuentra más allá de tus propios errores, así como de sus aparentes pecados y de los tuyos.
1. Confiar en tus hermanos es esencial para establecer y sustentar tu fe en tu propia capacidad para trascender tus dudas y tu falta de absoluta convicción en ti mismo. Cuando atacas a un hermano, proclamas que está limitado por lo que tú has percibido en él. No estás viendo más allá de sus errores. Por el contrario, éstos se exageran, convirtiéndose en obstáculos que te impiden tener conciencia del Ser que se encuentra más allá de tus propios errores, así como de sus aparentes pecados y de los tuyos.
2. La percepción tiene un enfoque. Eso es lo que hace que lo que
ves sea consistente. Cambia de enfoque, y, lo que contemples, consecuentemente
cambiará. Ahora se producirá un cambio en tu visión para apoyar la intención
que ha reemplazado a la que antes tenías. Deja de concentrarte en los pecados
de tu hermano, y experimentarás la paz que resulta de tener fe en la
impecabilidad. El único apoyo que esta fe recibe procede de lo que ves en otros
más allá de sus pecados. Pues sus errores, si te concentras en ellos, no son
sino testigos de tus propios pecados. Y no podrás sino verlos, lo cual te
impedirá ver la impecabilidad que se encuentra más allá de ellos.
3. En nuestras prácticas de hoy, por lo tanto, lo primero que
vamos a hacer es dejar que todos esos insignificantes enfoques den paso a la
gran necesidad que tenemos de que nuestra impecabilidad se haga evidente. Damos
instrucciones a nuestras mentes para que, por un breve intervalo, eso, y sólo
eso, sea lo que busquen. No vamos a preocuparnos por objetivos futuros. Lo que
vimos un instante antes no nos preocupará en absoluto dentro de este lapso de
tiempo en el que nuestra práctica consiste en cambiar de intención. Buscamos la
inocencia y nada más. Y la buscamos sin interesarnos por nada que no sea el
ahora.
4. Uno de los mayores obstáculos que ha impedido tu éxito ha sido
tu dedicación a metas pasadas y futuras. El que las metas que propugna este
curso sean tan extremadamente diferentes de las que tenías antes ha sido motivo
de preocupación para ti. Y también te has sentido consternado por el
pensamiento restrictivo y deprimente de que, incluso si tuvieses éxito,
volverías inevitablemente a perder el rumbo.
5. ¿Por qué habría de ser esto motivo de preocupación? Pues el
pasado ya pasó y el futuro es tan solo algo imaginario. Preocupaciones de esta
índole no son sino defensas: para impedir que cambiemos el enfoque de nuestra
percepción en el presente. Nada más. Vamos a dejar de lado estas absurdas
limitaciones por un momento. No vamos a recurrir a creencias pasadas, ni a
dejar que lo que hayamos de creer en el futuro nos estorbe ahora. Damos comienzo
a nuestra sesión de práctica con un solo propósito: ver la impecabilidad que
mora dentro de nosotros.
6. Reconoceremos que hemos perdido de vista este objetivo si de
alguna manera la ira se interpone en nuestro camino. Y si se nos ocurre pensar
en los pecados de un hermano, nuestro restringido foco nos nublará la vista y
nos hará volver los ojos hacia nuestros propios errores, que exageraremos y
llamaremos "pecados". De modo que, por un breve intervalo, de surgir
tales obstáculos, los transcenderemos sin ocuparnos del pasado o del futuro,
dando instrucciones a nuestras mentes para que cambien de foco, según decimos: No
es esto lo que quiero contemplar. Confío en mis hermanos, que son uno conmigo.
7. Y nos valdremos asimismo de este pensamiento para mantenernos a
salvo a lo largo del día. No estamos interesados en metas a largo plazo.
Conforme cada uno de los obstáculos nuble la visión de nuestra impecabilidad,
lo único que nos interesará será poner fin, por un instante, al dolor que, de
concentrarnos en el pecado experimentaríamos, y que, de no corregirlo,
persistiría.
8. No vamos en pos de fantasías. Pues lo que procuramos contemplar
está realmente ahí. Y conforme nuestro foco se extienda más allá del error,
veremos un mundo completamente impecable. Y cuando esto sea lo único que
queramos ver y lo único que busquemos en nombre de la verdadera percepción, los
ojos de Cristo se volverán inevitablemente los nuestros. El Amor que Él siente
por nosotros se volverá también el nuestro. Esto será lo único que veremos
reflejado en el mundo, así como en nosotros mismos.
9. El mundo que una vez proclamó nuestros pecados se convierte
ahora en la prueba de que somos incapaces de pecar. Y nuestro amor por todo
aquel que contemplemos dará testimonio de que recordamos al santo Ser que no
conoce el pecado, y que jamás podría concebir nada que no compartiese Su
impecabilidad. Éste es el recuerdo que queremos evocar hoy cuando consagramos
nuestras mentes a la práctica. No miramos ni hacia adelante ni hacia atrás.
Miramos directamente al presente. Y depositamos nuestra fe en la experiencia
que ahora pedimos. Nuestra impecabilidad no es sino la Voluntad de Dios. En
este instante nuestra voluntad dispone lo mismo que la Suya.
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