Ofrenda 213 para mi árbol de dorados frutos de mi vida.
1. Tú que te sientes amenazado por este mundo cambiante, por sus
cambios de fortuna y amargas ironías, por sus fugaces relaciones y por todos
los "regalos" que únicamente te presta para más tarde arrebatártelos,
presta mucha atención a lo que aquí decimos. El mundo no ofrece ninguna
seguridad. Está arraigado en el ataque. Y todos los "regalos" que
aparentemente ofrecen seguridad no son más que engaños. El mundo no hace sino
atacar una y otra vez. Es imposible gozar de paz mental allí donde el peligro
acecha de ese modo.
2. El mundo no puede sino ponerte a la defensiva. Pues la amenaza
produce ira, y la ira hace que el ataque parezca razonable, que ha sido
honestamente provocado y que está justificado por haber sido en defensa propia.
Una actitud defensiva, no obstante, supone una doble amenaza. Pues da
testimonio de la debilidad, y establece un sistema de defensas que simplemente
no es viable. Ahora los débiles se debilitan aún más, pues hay traición afuera
y una traición todavía mayor adentro. La mente se halla ahora confusa, y no
sabe adónde dirigirse para poder escapar de sus propias imaginaciones.
3. Es como si estuviera encerrada dentro de un círculo, dentro del
cual otro círculo la atenaza, y dentro de ése, otro más, hasta que finalmente
pierde toda esperanza de poder escapar. Los ciclos de ataque y defensa, y de
defensa y ataque, convierten las horas y los días en los círculos que atenazan
a la mente como gruesos anillos de acero reforzado, los cuales retornan, mas
sólo para iniciar todo el proceso de nuevo. No parece haber respiro ni final
para este aprisionamiento que atenaza cada vez más a la mente.
4. El precio de las defensas es el más alto de los que exige el
ego. La locura que reina en ellas es tan aguda que la esperanza de recobrar la
cordura parece ser sólo un sueño fútil y encontrarse más allá de lo que es
posible. La sensación de amenaza que el mundo fomenta es mucho más profunda, y
sobrepasa en tal manera cualquier intensidad o frenesí que jamás te hayas
podido imaginar, que no tienes idea de toda la devastación que ello ha
ocasionado.
5. Tú eres su esclavo. No sabes lo que haces del miedo que le
tienes. Tú que sientes su mano de hierro atenazándote el corazón, no entiendes
lo mucho que has tenido que sacrificar. No te das cuenta de cómo has saboteado
la santa paz de Dios con tu actitud defensiva. Pues ves al Hijo de Dios como
víctima del ataque de las fantasías y de los sueños e ilusiones que él mismo
forjó, indefenso ante su presencia y necesitado de defensas en forma de más
fantasías y más sueños en los que las ilusiones de que está a salvo lo
consuelen.
6. La indefensión es fortaleza. Da testimonio de que has reconocido
al Cristo en ti. Tal vez recuerdes que el texto afirma que siempre eliges entre
la fortaleza de Cristo y tu propia debilidad, la cual se ve como algo aparte de
Él. La indefensión jamás puede ser atacada porque reconoce una fuerza tan
inmensa, que ante ella el ataque es absurdo, o un juego tonto que un niño
cansado jugaría cuando tiene tanto sueño que ya ni se acuerda de lo que quiere.
7. Cualquier actitud defensiva implica debilidad. Proclama que has
negado al Cristo y que ahora temes la ira de Su Padre. ¿Qué puede salvarte
ahora del delirio de un dios iracundo, cuya aterrante imagen crees ver tras
todos los males del mundo? ¿Qué otra cosa sino las ilusiones podrían defenderte
ahora, cuando son las ilusiones contra lo que estás luchando?
8. Hoy no vamos a jugar tales juegos infantiles. Pues nuestro
verdadero propósito es salvar al mundo, y no estamos dispuestos a intercambiar
el gozo infinito que nos brinda llevar a cabo nuestra función por insensateces.
No vamos a dejar que la felicidad se nos escape debido a que un fragmento de un
sueño absurdo haya cruzado nuestras mentes y hayamos confundido las figuras que
en él aparecen con el Hijo de Dios y al fugaz instante que dicho sueño duró con
la eternidad.
9. Hoy miraremos más allá de los sueños, y reconoceremos que no
necesitamos defensas porque fuimos creados inexpugnables, sin ningún
pensamiento, deseo o sueño en el que el ataque pudiera tener sentido alguno. Ahora
nos es imposible temer, pues hemos dejado atrás todos los pensamientos
temerosos. Y en la indefensión nos erguimos protegidos, con la tranquila
certeza de que ahora estamos a salvo, seguros de la salvación; seguros de que
llevaremos a cabo el propósito que hemos elegido, a medida que nuestro
ministerio vaya impartiendo su santa bendición por todo el mundo.
10. Permanece muy quedo por un instante y piensa en silencio cuán
santo es tu propósito, cuán seguro descansas y cuán invulnerable eres en su
luz. Los ministros de Dios han elegido dejar que la verdad more con ellos. ¿Quién
es más santo que ellos? ¿Quién podría estar más seguro de que su felicidad está
plenamente garantizada? ¿Y quién podría estar más fuertemente protegido? ¿Qué
defensa podrían necesitar los que se cuentan entre los elegidos de Dios, al
haber sido ésa Su elección, así como la de ellos?
11. La función de los ministros de Dios es ayudar a sus hermanos a
elegir lo mismo que ellos eligieron. Dios los ha elegido a todos, pero muy
pocos se han dado cuenta de que Su Voluntad es la de ellos. Y mientras no
enseñes lo que has aprendido, la salvación seguirá esperando y las tinieblas
mantendrán al mundo inexorablemente aprisionado. Y no reconocerás que la luz ha
venido a ti y que ya te has escapado. Pues no verás la luz hasta que se la ofrezcas
a todos tus hermanos. Y al ellos tomarla de tus manos, reconocerás que es tu
luz.
12. Podría decirse que la salvación es un juego que juegan niños
felices. Fue diseñada por Uno que ama a Sus Hijos y que desea sustituir sus
temibles juguetes por juegos felices que les enseñan que el juego del miedo ya
se acabó. El juego que Dios les ofrece les enseña lo que es la felicidad porque
en él nadie pierde. Todo aquel que participa no puede sino ganar, y con su
victoria queda asegurada la victoria de todos los demás. Los niños abandonan
gustosamente el juego del miedo cuando reconocen los beneficios que brinda la
salvación.
13. Tú que has jugado a haber perdido toda esperanza, a haber sido
abandonado por tu Padre y a haberte quedado solo y aterrorizado en un mundo
temible, enloquecido por el pecado y la culpabilidad, sé feliz ahora. Ese juego
ha acabado. Ahora ha llegado un tiempo sereno en el que guardamos los juegos de
la culpabilidad, y ponemos bajo llave para siempre nuestros extraños e
infantiles pensamientos de pecado, apartándolos de las puras y santas mentes de
las criaturas del Cielo y del Hijo de Dios.
14. Nos detenemos sólo por un instante más para jugar nuestro último
juego feliz en esta tierra. Y luego pasamos a ocupar el lugar que nos
corresponde allí donde mora la verdad y donde los juegos no tienen sentido. Y
así acaba la historia. Permite que este día haga que su último capítulo se acerque
más al mundo, para que cada cual comprenda que el cuento que lee en el que se
habla de un destino aterrador, de esperanzas truncadas, de irrisorias defensas
contra una venganza de la que no hay escapatoria, no es sino su propia fantasía
delirante. Los ministros de Dios han venido a despertarlo de los sueños
tenebrosos que esa historia ha evocado en la confusa y desconcertada memoria
que él tiene de ese cuento distorsionado. El Hijo de Dios puede por fin sonreír
al darse cuenta de que no es verdad.
15. Hoy practicamos siguiendo un formato que vamos a utilizar por
algún tiempo. Comenzaremos cada día concentrando nuestra atención en el
pensamiento diario el mayor tiempo posible. Cinco minutos es lo mínimo que
dedicaremos a prepararnos para un día en el que la salvación es nuestro único
objetivo. Diez sería mejor; quince, todavía mejor. Y a medida que las
distracciones que nos desvían de nuestro propósito vayan disminuyendo, nos
daremos cuenta de que media hora aún es muy poco tiempo para pasar con Dios. Y
no estaremos dispuestos a concederle por la noche, felizmente y llenos de
gratitud, menos tiempo de eso.
16. A medida que recordemos ser fieles a la Voluntad que compartimos
con Dios, nuestra creciente paz aumentará con el transcurrir de cada hora. Habrá
ocasiones en las que tal vez un minuto o incluso menos será lo máximo que
podamos dedicarle cuando el reloj marque las horas. A veces se nos olvidará por
completo. Y en otras ocasiones asuntos mundanos acapararán nuestra atención y
nos resultará imposible distanciarnos de ellos por un momento para centrar
nuestros pensamientos en Dios.
17. Sin embargo, cuando podamos hacerlo, seremos fieles a nuestro
cometido como ministros de Dios, recordando nuestra misión y Su Amor cada hora.
Y nos sentaremos en silencio a esperarlo y a escuchar Su Voz que nos dirá lo
que Él desea que hagamos durante la hora siguiente, mientras le damos las
gracias por todos los regalos que nos concedió en la que acaba de transcurrir.
18. Con el tiempo y la práctica nunca más dejarás de pensar en Él o
de oír Su amorosa Voz guiando tus pasos por serenos rumbos por los que
caminarás en un estado de absoluta indefensión. Pues sabrás que el Cielo va
contigo. No permitirás que tu mente se aparte de Él un solo instante, aun
cuando tu tiempo transcurra ofreciéndole la salvación al mundo. ¿Dudas acaso de
que Él no vaya a hacer que esto sea posible para ti que has elegido llevar a
cabo Su plan para la salvación del mundo, así como para la tuya?
19. Nuestro tema de hoy es nuestra indefensión. Nos revestimos de
ella mientras nos preparamos para afrontar el día. Nos alzamos fuertes en
Cristo, y dejamos que nuestra debilidad desaparezca, al recordar que Su
fortaleza mora en nosotros. A lo largo del día nos recordaremos a nosotros
mismos que Él permanece a nuestro lado y que nuestra debilidad nunca carece del
apoyo de Su fortaleza. Invocaremos Su fortaleza cada vez que sintamos que la
amenaza de nuestras defensas socava nuestra certeza de propósito. Nos
detendremos por un momento, al oírle decir: "Aquí estoy".
20. Tu práctica empezará a adquirir ahora la vehemencia del amor,
para ayudarte a evitar que tu mente se desvíe de su propósito. No tengas miedo
ni timidez. No hay duda de que alcanzarás tu objetivo final. Los ministros de
Dios jamás pueden fracasar, pues el amor, la fortaleza y la paz que irradia
desde ellos a todos sus hermanos proceden de Él. Ésos son los dones que Él te
ha dado. Estar libre de toda defensa es todo lo que necesitas darle a cambio. Dejas
a un lado únicamente lo que nunca fue real, a fin de contemplar a Cristo y ver
Su impecabilidad.
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