Ofrenda 152 para mi árbol agradecido.
1.
La idea de hoy es una ampliación de la anterior. 2No asocias la luz con la
fortaleza ni la oscuridad con la debilidad. Ello se debe a que tu idea de lo
que significa ver está vinculada al cuerpo, a sus ojos y a su cerebro. De ahí
que creas que puedes cambiar lo que ves poniendo trocitos de vidrio delante de
tus ojos. Ésta es una de las muchas creencias mágicas que proceden de tu
convicción de que eres un cuerpo y de que los ojos del cuerpo pueden ver.
2.
Crees también que el cerebro puede pensar. Si comprendieses la naturaleza del
pensamiento, no podrías por menos que reírte de esta idea tan descabellada. Es
como si creyeses que eres tú el que sostiene el fósforo que le da al sol toda
su luz y todo su calor; o quien sujeta al mundo firmemente en sus manos hasta
que decidas soltarlo. Esto, sin embargo, no es más disparatado que creer que
los ojos del cuerpo pueden ver o que el cerebro puede pensar.
3.
La fortaleza de Dios que mora en ti es la luz en la que ves, de la misma manera
como es Su Mente con la que piensas. Su fortaleza niega tu debilidad. Y es ésta
la que ve a través de los ojos del cuerpo, escudriñando la oscuridad para
contemplar lo que es semejante a ella misma: los mezquinos y los débiles, los
enfermizos y los moribundos; los necesitados, los desvalidos y los
amedrentados; los afligidos y los pobres, los hambrientos y los melancólicos. Esto
es lo que se ve a través de los ojos que no pueden ver ni bendecir.
4.
La fortaleza pasa por alto todas estas cosas al mirar más allá de las
apariencias. Mantiene su mirada fija en la luz que se encuentra más allá de
ellas. Se une a la luz de la que forma parte. Se ve a sí misma. Te brinda la
luz en la que tu Ser aparece. En la oscuridad percibes un ser que no existe. La
fortaleza es lo que es verdad con respecto a ti, más la debilidad es un ídolo
al que se honra y se venera falsamente a fin de disipar la fortaleza y permitir
que la oscuridad reine allí donde Dios dispuso que hubiese luz.
5.
La fortaleza procede de la verdad, y brilla con la luz que su Fuente le ha
otorgado; la debilidad refleja la oscuridad de su hacedor. Está enferma, y lo
que ve es la enfermedad, que es como ella misma. La verdad es un salvador, y su
voluntad es que todo el mundo goce de paz y felicidad. La verdad le da el caudal
ilimitado de su fortaleza a todo aquel que la pide. Reconoce que si a alguien
le faltase algo, les faltaría a todos. Y por eso imparte su luz, para que todos
puedan ver y beneficiarse cual uno solo. Todos comparten su fortaleza, de
manera que ésta pueda brindarles a todos el milagro en el que ellos se unirán en
propósito, perdón y amor.
6.
La debilidad, que mira desde la oscuridad, no puede ver propósito alguno en el
perdón o en el amor. Ve todo lo demás como diferente de ella misma, y no ve
nada en el mundo que quisiera compartir. Juzga y condena, pero no ama. Permanece
en la oscuridad para ocultarse, y sueña que es fuerte y victoriosa, vencedora
de limitaciones que no hacen sino crecer descomunalmente en la oscuridad.
7.
La debilidad se teme, se ataca y se odia a sí misma, y la oscuridad cubre todo
lo que ve, dejándole sus sueños que son tan temibles como ella misma. Ahí no
encontrarás milagros sino odio. La debilidad se separa de lo que ve, mientras
que la luz y la fortaleza se perciben a sí mismas cual una sola. La luz de la fortaleza
no es la luz que tú ves. No cambia, ni titila hasta finalmente extinguirse. No
cambia cuando la noche se convierte en día, ni se convierte en oscuridad hasta
que se hace de día otra vez.
8.
La luz de la fortaleza es constante, tan segura como el amor y eternamente
feliz de darse a sí misma, ya que no puede sino darse a lo que es ella misma. Nadie
que pida compartir su visión lo hace en vano, y nadie que entre en su morada
puede partir sin un milagro ante sus ojos y sin que la fortaleza y la luz moren
en su corazón.
9.
La fortaleza que mora en ti te ofrecerá luz y guiará tu visión para que no
habites en las vanas sombras que los ojos del cuerpo te proveen a fin de que te
engañes a ti mismo. La fortaleza y la luz se unen en ti, y ahí donde se unen,
tu Ser se alza presto a recibirte como Suyo. Tal es el lugar de encuentro que
hoy trataremos de hallar para descansar en él, pues la paz de Dios está ahí
donde tu Ser, Su Hijo, aguarda ahora para encontrarse Consigo Mismo otra vez y
volver a ser uno.
10.
Dediquemos veinte minutos en dos ocasiones hoy a estar presentes en ese
encuentro. Déjate conducir ante tu Ser. Su fortaleza será la luz en la que se
te concederá el don de la visión. Deja atrás hoy la oscuridad por un rato, y
practica ver en la luz, cerrando los ojos del cuerpo y pidiéndole a la verdad
que te muestre cómo hallar el lugar de encuentro entre el ser y el Ser, en el
que la luz y la fortaleza son una.
11.
Así es como practicaremos mañana y noche. Después de la reunión de por la
mañana, usaremos el día para prepararnos para la de por la noche, cuando
nuevamente nos volveremos a reunir en confianza. Repitamos la idea de hoy tan a
menudo como sea posible, y reconozcamos que es un preludio a la visión y que se
nos está llevando de las tinieblas a la luz donde únicamente pueden percibirse
milagros.
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